miércoles, 24 de febrero de 2016

Las despedidas siempre duelen, aunque haga tiempo que se deseen.

Hola cariño,
sigo atrapado en Julio, se que no me vas a entender,
pero no me atrevo a arrancarme la piel de momento,
aún es pronto para mudar.
Se que es difícil querer a alguien que no siente lo mismo por ti
ya que yo he sido el protagonista de una función parecida,
se abre el telón y quedas como un completo idiota,
pero poco a poco aprendes a abrir los ojos.
Me he dado cuenta que aún es pronto para despellejar mi corazón y repartirlo,
porque seguro que lo tienen que romper un par de veces más,
así de masoca soy,
no tengo miedo a perderme,
porque ahora mismo carezco de brújulas
y para que me entiendas, tú necesitas encontrarte.
A decir verdad, tengo aún cuentas pendientes que no se si algún día ajustaré,
tengo sueños que cumplir con alguien como yo,
tengo una energía que no debo gastar de momento
y tengo un grito de euforia reservado para un día en lo alto de la colina.
Pero si algún día otra persona conquista tu corazón, que sea alguien que merezca la pena de verdad,
alguien transparente, tu alma gemela.
Porque mientras tanto yo aquí estaré dando tumbos y pensando que un día moriremos, pero el resto no,
y que no hay más suerte que la que crees.
Que yo te afirmo pasajero,
que necesito guerra más que abigo,
que no me quedo con el frío de Enero,
que siete son los meses que invaden de felicidad mis días.

domingo, 14 de febrero de 2016

San Valentín despoblado.

Hoy me he acordado de algo importante,
he recorado tu sonrisa.
Recapitulo, que fui un completo idiota por enamorarme de ella.
Me he acordado que mataba por comerte a besos,
y que sufría cuando no podía hacerlo
porque los obstáculos nos quitaron la vida.
Aquellos días grises en pleno verano
que desembocaban en falsas promesas, falsas ilusiones.
Aquella impecable manera de escribir tuya,
que a mi me encantaba leer
como ahorcabas versos con el lápiz.
Hoy he recordado tu aroma despertando mis hormonas,
de lo valiente que eras por anunciar que aún osas amar.
Aquella poesía que me pediste,
y centenas detrás que iban de la mano adornando mis memorias.
Que te enunciaba que no me dijeras que el cielo es el límite
cuando hay pisadas en la luna.
Cuando clavaron una bandera con cientos de ideales
en el corazón de un satélite enamorado de nuestro planeta,
que no hace más que darle vueltas
para ver si un día lo enamora.
Y yo me sentía como esa luna melancólica,
te sentía como mi tierra, mi planeta.
Y a día de hoy sigo sin pactar nada con la amnesia,
sigo aquí despoblado recordándote algún día que otro,
recordando tu rostro, tus ojos
o repasando alguna de tus prosas,
leyendo aquellas conversaciones donde te decía que ahí iba a permanecer siempre para ti
que no sentirías vértigo por notar un pequeño vacío.

martes, 9 de febrero de 2016

Hipocondría.

Solía hablar de lo dulce que era,
lo que me gustaba y odiaba hacer.
Contaba los granos de azúcar con tal de que pasara el tiempo, sentado y comportándome.
Seguía las huellas para no perderme
y detestaba esa soledad que se traducía en puñales.
Intentaba escalar la cima,
pero solo agachaba la mirada a la vez que subía y sentía vertigo,
pánico.
Dejé de entender lo que era amar
porque había tanto hipócrita con pasamontañas,
regalando flores que al tocarlas sentías como el cianuro actuaba.
Tropecé con la misma piedra una y otra vez,
sin avanzar, retrocediendo.
Odiaba el frío porque no era demasiado cosmopolita para averiguar como combatirlo.
Veía llover desde la ventana y no me atrevía a salir a la calle ni con paraguas,
era alérgico al petricor, y solo tenía capacidad para acompañar llorando a las nubes.
Intenté huir de mis miedos, soez, desgarrándome el alma corriendo.
Quería llegar lejos, pero muy lejos de donde me encontraba, para no desenterrar problemas,
pero el problema llegaba a la doce de la noche apagando la luz,
temblando mi muñeca, que ya no sería mía al bailar con el interruptor.
Despertarme era otra traba,
seguiré si comprender como hacía para apoyar siempre el pie izquierdo,
y acto seguido, voluntariamente volver a rasgar el espejo que trae consigo siete años de mala suerte.
Sentía como los saleros se volcaban al cruzar nuestras miradas,
o como huir lo sentía como ventaja.
Quería quemar mi bandera,
tirar la toalla, abandonar.
Un vahído constante.
Y ahora,
me levanté del suelo y coceo la dichosa piedra con la que antes siempre trastabillaba.
Principio mis propias huellas sin destino alguno.
Trepo colina arriba sin dejar caer la mirada parar mirar al frente y contemplar nuevas vistas.
Me encanta el aroma de las nubes cuando lloran de alegría,
y abro bulevares nuevos con un paraguas de colores.
Ahora quiero instaurar un mástil más alto aún para pender mi emblema.
Me apetece dejar de perder el tiempo numerando minutos,
cuando contar se aprende con los dedos de las manos.
Desvelarse es un nuevo lance,
una nueva aventura.
Hoy ansio llegar lejos,
sin temor, en este baile a la deriva,
que ya se yo poeta, lo que soy frente un espejo,
sin descoser su frágiles esquinas
y sin volcar saleros de un vistazo.
Lo de amar lo dejo para otro capítulo,
quizás prefiero no contrariarme,
porque por fin he conseguido restaurar mi corazón,
aquel atravesado por balas perdidas,
corazón bajo cero, he conseguido un corazón de acero,
que de momento prefiero ser inmune a los flechazos de Cupido,
porque serán de Cupido, pero duelen.
Porque aquí no se trata de lo fuerte que golpees,
sino de lo fuerte que seas golpeado y no te des por vencido.
Pues,
así como lloro, también sonrío,
así como caigo, también me levanto
y así como amo, también olvido.