lunes, 16 de mayo de 2016

Caras tristes,

 Que pequeña es esta ciudad
y que altos son los rascacielos,
que me siento minúsculo entre las venas de las calles.
Hay tantos rostros congelados,
algunos con una pequeña chispa de esperanza
pero se encuentran abatidos sobre las frías aceras.
Cada minuto entiendo menos lo que sucede,
parece que la prisa conquista las piernas de todo individuo,
es como si les faltase un pedacito de su corazón.
Son marionetas con los hilos barnizados en órdenes.
como si les fuese la vida en mirar al frente y afirmar con la cabeza.
Como cuando comprendes que las promesas se consumen más rápido que un cigarrillo
o que olvidar duele,
porque es muy fácil recordar sintonías alegres.
Perderse es la mejor idea,
no creo que nadie desease encontrarse aquí.
El frío contagia muecas tristes
pianos rotos.
Sólo quedan vivos aquellos con el corazón de oro,
ni de acero ni bajo cero.
Sólo quedan aquellos que escriben que será para comida,
aquellos que adornan las calles con colores y no con señales que son mandatos.
Aquellos que piden la hora y dan las gracias,
aquellos que dan los buenos días aunque el suyo haya empezado como una mierda.
Aquellos que cruzan miradas y no la carretera,
esos, serían los supervivientes,
los héroes y heroínas de la ciudad, del mundo.
Pero sobretodo sobreviven los que cierran los ojos y caminan sobre el asfalto,
aquellos capaces de escuchar alegres sintonías tras el ajetreado pitido de los coches.
Queda intacto quien se atreve a soñar,
quien defiende el amor,
queda libre aquel que se cae y se levanta,
queda ileso quien quiera sonreir,
pero sobretodo, quien sepa lo que quiera.

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